ESPACIOS PÚBLICOS Y CIUDAD

Espacios públicos y ciudad.

El espacio público es la ciudad. Desde las ciudades jónicas (S VIII a.C.) -que marcan el inicio de la historia de occidente- las ciudades son sus habitantes. (“Atenas no era la polis, sino los atenienses”. Aristóteles).

Luego de esta afirmación, una interrogante: “¿Qué hace posible que personas que no se conocen, que no tienen intereses comunes inmediatos, pese a ello se toleren unas a otras y vivan juntas?”. (J. L .Nancy). ¿Qué pasa con el ser juntos, el ser en común?. Es una pregunta de origen, de carácter ontológico, que nos interroga desde la antigüedad hasta el presente, y específicamente: ¿Qué sucede con esa dimensión espacial substancial del compartir que es la “Gran Ciudad como recinto exclusivo de lo humano”?. (B. Echeverría).

Si bien en los distintos niveles de existencia de la condición humana -el trabajo, la labor y la acción- (H. Arendt), los seres humanos se relacionan entre si y con la naturaleza en su devenir vital, es en la acción, campo de la política, en que se articulan juntos los diferentes elementos de la existencia común, pero sin ser ella misma la cosa común en general (que ubicaría a la política como fin último), más aún si consideramos otras formas de relación humana como las que se dan en las artes, el pensamiento, los sentimientos. El problema está, y es un tema recurrente en la historia de la filosofía moderna, cuando se ubica el ser en el individuo, y se desconoce la conflictividad propia de la relación con el otro. ¿Cómo pensar entonces el hecho de vivir juntos de un modo que no responda al solo modelo del individualismo, la desagregación de la gente, el número?. ¿Se trata acaso de construir una ética de la conviavilidad, del ser capaz de abandonarse al otro, del que cualquier recién llegado pueda ser bienvenido, del encuentro, aun cuando este sea perecedero?.

 

El primer modelo de ser-juntos -dirá Nancy- es más el lado a lado (tocar) que el cara a cara (la mirada). Aun cuando se le pueda reprochar que no sea suficientemente ético, que no haya responsabilidad, pero es allí donde está ante todo el sentido, en tanto sentir. Uno es con. Más allá. …Somos también con los animales, con las plantas, con los objetos.

 

No hay identidad de ciudad, hay flujos de corporeidades, diversidad de encuentros y mestizajes. La ciudadanía no es una condición, ni un resultado, ni un decreto, es más una tensión entre los intereses individuales y los intereses colectivos, conflictividad que se entreteje de modo inédito en las prácticas diarias. La ciudad como espacio que propicie la libertad.

 

El ser juntos ubica al ser político en su complejidad, en la confrontación que lo hace deliberante, móvil, actuante; que produce desde sí mismo nuevas redes de solidaridades, que hace de nuevo la política sin diluir los posicionamientos de clase, tradición, sexualidad, etnia. “La ciudad está hecha para ser profanada” (F. Albán).

 

De allí que consideremos importante orientar la reflexión y práctica en la construcción de las ciudades, tanto en el campo de las representaciones como de las mediaciones. Las ciudades como representaciones que tengan presente la noción de lo efímero, de la negociación y del cambio; que mantengan abierto y flexible su sistema semántico. Las ciudades como mediaciones que comparten el hombre con el hombre, el hombre con la naturaleza, que propicien la vida y se hallen sujetas a una evaluación y crítica permanentes.

 

Mantener la idea de la multiplicidad espacial y la coproducción de la misma, unir desafíos estéticos con cuestiones éticas; consideraciones de tipo político, científico y tecnológico, el deseo de estar activos, innovadores, creativos y responsables. La ciudad como espacio público implica “…negociación, fricción, temporalidad y compromiso…” (O. Eliasson)

 

Luis López López

Quito/Arequipa 2014